10 abril 2018

UN VIAJE A LA ETERNIDAD









UN VIAJE A LA ETERNIDAD

(A la muerte de mi madre)

Del mar, viniste en silencio   
donde todo se construye  
en profundas soledades
sin permisos ni alharacas.

Años luz son la experiencia
del arquitecto del mundo
que avalan los que respiran,
con pulmones o con branquias
o los que son tan pequeños
que simplemente deambulan
recogiendo lo que sobra;  
que se mueven y se agitan,
que lloran mientras combaten,
que destruyen y hasta crean
aunque nadie lo haya escrito
en la pared de la historia.

Pasamos siempre de largo,
es el mundo en que vivimos.
Exigimos un derecho
que nadie nos ha otorgado
a vivir eternamente
 sin pensar que lo que ocurre
es cada día un milagro.

Naciste robusta y fuerte
Felix, Feliz o Felisa
quisieron fuera tu nombre,
era tu turno, tocaba
en un pueblo entre montañas.
donde todo era sencillo
mecido entre nubes blancas.

Tus risas duraron poco
pronto te quedaste sola.
El abuelo se quejaba
no le llegaban las manos
para cuidar tantos niños;
nadie acunaba tu cama.  
Los que tanto te quisieron
se fueron con el de Arriba
se marcharon con lo puesto, 
la piel que los arropaba.

Toda Europa era una guerra
y la nuestra estaba en ciernes.
Pan negro, cebolla y sal
era el único alimento
 que junto al olor de cocina
a todos atormentaba.

Nunca quisiste contarme
de donde sacaste fuerzas
en aquel triste naufragio
para llegar a la orilla:  
dónde secaste tus ropas,
dónde encontraste cobijo; 
de cómo sobreviviste
entre el ruido de la guerra.

Ahora, que ha pasado el tiempo
ya nunca sabré su nombre;  
el del padre que me diste
que nunca volvió a tus brazos
que murió mientras volaba
por defender a mi España.

Para mí resulta duro
besar tu frente ya fría;  
que ya no podrás reñirme,
que no me dirás Antxon
que se enfría la comida;  
no vuelvas tarde; mañana
te espera mucho trabajo.
La leche te la has bebido
tienes mucho desparpajo.

                    Hoy te devuelvo a ese mar
el mar que tanto quisiste
 que adoraste tantas tardes
 cuando el sol se recostaba
dibujando sobre el agua
las ilusiones frustradas.

Te he tenido junto a mi
hasta el último momento,
he querido que tú sientas
el calor que tú me diste
de tantas noches en vela
cuando el frío se colaba
por ventanas y paredes
silbando esa melodía
que estremece a quien la escucha
y produce escalofríos.

Porque lloraba de hambre,  
lloraba hasta la despensa
que estaba magra de carnes
como el mendigo que canta
en la esquina su pobreza.

Al borde del mar me quedo
la nave que va a llevarte
va a la deriva sin velas.
Los recuerdos ya se alejan,  
contemplando que te marchas
siento que el alma se quiebra.
Las olas te llevan lejos
donde la mar no se acaba,  
un viaje a la eternidad
donde vive la esperanza.
Mis manos han dibujado
sobre el aire una plegaria.
Que te encuentres con mi padre
en una playa lejana

Escrito por Azpeitia José Antonio
abril de 2018




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