EL PEINE DE LOS
VIENTOS…
La vida y el mundo que nos rodea, no
nos deja
a los humanos suficientes espacios de
reflexión,
y cuando lo hacemos, tenemos miedo al
que dirán.
Tampoco ponemos a prueba la capacidad
de vencer
nuestros miedos, ni los tabúes que nos
han inculcado.
Este día de mi vida que describo, es
real y así ocurrió…
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La tarde es un
contubernio
de nubes atormentadas
que auguran noche sin
luna
que hasta a los gatos
espanta.
Mi madre me ha dicho…
¡Espera!
Ya es tarde, es de
madrugada,
la galerna ya ha
empezado
¡No pensarás ir de
juerga!...
Sin mediar palabras
salgo,
es un impulso brutal
un desafío a mi entraña.
La lluvia humilla mi cara,
desdeñosa e
intransigente,
me abofetea con
fuerza,
no la esquivo...hasta
me agrada.
Trato de andar contra
el viento
que me empuja sin
modales;
de mi empeño, está
celoso,
mis pasos son
vacilantes
no quiere que llegue
lejos,
no pienso darle la
espalda.
La noche es húmeda y
fría,
en este espigón, no
hay humanos,
solo estoy yo… empecinado
de un propósito sin
fuste.
Los locos se han
escondido
detrás de sus
emociones,
los que dicen estar
cuerdos
en el whatsapp buscan
logos
o bajo la almohada
esconden
su temor adolescente.
Las casas tienen los
ojos
con las persianas
bajadas
ciegas de luces que
tiemblan
con sus sombras en la
calle.
Esta vez voy, decidido,
en una noche de
perros,
a reducirme ese miedo
que sienten los seres
vivos
al rugido de las olas
que me alcanzan de costado.
Voy al Peine de los Vientos,
agujeros son de
hierro
que desafían la furia
del mar, la lluvia, y
el aire.
El viento busca en los
huecos
donde silbar sus
razones,
el mar lo escucha y
se encrespa,
se riza en espuma
blanca
en olas que son
gigantes
que buscan los
farallones
que defienden a la
tierra.
He cumplido mi deseo,
acaricio el viejo
hierro
de ese escultor que
me chilla.
El reto ha sido
estresante,
de este lance siento orgullo.
Solo pienso en lo que
somos,
lo que nadie nos
explica
por miedo o por
cobardía.
De este mar enfurecido,
nació la vida hace
tiempo,
es un medio que era
amable
para seres tan
extraños.
No estuvo nunca
conforme,
con su confortable
cama.
Arrastrándose en las
playas
de arenas que la
arrullaban,
buscó nuevos
horizontes.
No entendió aquel
espejismo,
no supo que era
madrastra
vieja, dura,
despiadada,
lo que detrás se escondía
que no sabe de
arrumacos,
un hogar de recias
piedras
donde los charcos se
secan
los ríos se desbaratan
y la tierra escupe
lava.
Hoy que ha pasado el
tiempo
de aquella noche
endiablada.
Esa nostalgia me
invade
cuando sumerjo mi
cuerpo
en el mar que me
acaricia.
Contemplando el
horizonte
de pies y clavado al
suelo,
quisiera volver al
agua
y sumergirme en su
fondo
aunque ya no tengo
branquias.
Por eso, cuando te
fuiste,
hace muy pocas
jornadas,
quise cumplir tus
deseos
de devolverte a tu origen,
a ese océano de
sueños
en las tardes de
verano
que pasaste en esa playa.
Un día,
que se me antoja
lejano
el mar cubrirá la
tierra,
todo volverá al
principio,
un ciclo que se
repite
hace millones de años…
Escrito por Azpeitia, José Antonio
inspirado en un cuadro de mi mejor
amigo y hermano, Raúl Alonso Arnedo
desde el Peine de los Vientos de San
Sebastián,
lugar de especial significado, al que
volví, esta vez de día,
con familiares y amigos en el que
todos estuvimos,
no hace todavía un año.
(Mi esposa Amaya Martin, Raúl Alonso
y Ana su esposa,
Aitor Azpeitia, María Jesús Azpeitia,
María Jesús Herrero,
Teresa Pérez Leal Azpeitia y su
marido)
19 de julio de 2019 d.C.