15 enero 2022

LA FE QUE NOS DESTRUYE...

 



LA FE QUE NOS DESTRUYE...

 

La fe que nos destruye es sin columnas

un templo al que acudimos fervorosos.

Es fe en lo que no vimos y no llega

es fe de los que fueron a la guerra

de aquellos que el amor dejo arrumbados

de los que sin malicia se entregaron

al verbo de promesas incumplidas

a falsas religiones que prometen

un burdo paraíso en la otra vida.

 

Así el fervor, se desmorona y muere

y lleva tras de sí, vida y haciendas.

Es fe de carretero en los caminos

trillados por la historia que avergüenza

de un mundo que repite sus fracasos

que sólo al contemplarla da pereza

el gesto de ser hombre y no otra cosa.

 

LA FE QUE NOS CONSTRUYE...

 

La fe que nos construye está en nosotros,

no es fe vicaria sinuosa, que viene desde fuera

es fuerza que se apoya en la autoestima

la inmensa afirmación de nuestro orgullo

que ayuda a construir ese futuro

tan lleno de ilusiones y fracasos

que habremos de vencer cada mañana.

 

Sólo el camino, que nace en nuestra alma

envuelto en voluntad sin desaliento

vencerá los espejismos que lo adornan.

Nos hará distintos...nos hará especiales

nos hará ¡Mejores!

 

Escrito por - Azpeitia, José Antonio -

ODA A LA DUQUESA INFIEL…

 



(Prólogo advertencia a la Oda)

 

Para expertos lingüistas busca comas

perversos sustantivos, sinalefas

sonantes y asonantes indiscretas

los versos que se estiran como gomas

las rimas que rechinan cual carretas

sonetos que les falta poderío

y al libre versador lo dejan frío

si entiendes lo que escribo, compañero

no lleves lo que digo al retortero.

 

Si el sonreír os afrenta,

¡No seguid! Esto es muy duro

vuestro humor no está maduro

la inteligencia es parienta.

Mas si no entendéis estos versos

buscaréis con devoción

en los libros los reversos

del Nebrija o del Catón…

 

 

ODA A LA DUQUESA INFIEL…

 

Poema declamado en arte menor (romance)por el Marqués,

excepto en su primera intervención

 y en arte mayor (endecasílabos) por la Duquesa, que así exhibe su alto rango.

 

*

 

Inquieta desbordada, temerosa

Arnulfa no olvidéis las mis enaguas

la cita del marqués ¡Ay! Me rebosa.

Marqués que dicen es de “Entrambas aguas”

 

Señora no sufráis que de esta cita

sabréis sacar provecho con astucia

el joven es apuesto y se acredita

que guarda entre sus arcas gran fiducia.

 

Sabed que vuestra cruz es buena dote,

haced uso y relumbre de este nombre,

y aquí en el canalillo del escote

la rosa que sus ojos los asombre.

 

Duquesa de la “Cruz desvencijada”

la Iglesia Carmelita está vacía,

la calle es más escura e apagada

el óbolo en promesa, en la alcancía.

 

El párroco ha pedido una oración.

Qué bueno de escuchar… ¡Confesionario!

Mostraros como sois con discreción.

Rezad por mis pecados un rosario.

 

La sombra del marqués es alargada,

su fama de galán y pendenciero,

cabalga el marquesado en su mesnada.

Los nobles lo proclaman justiciero.

 

Ya llega el caballero, no hagáis ruido

paresce que le extraña este lugar

guiadle con la tos, como descuido

que sepa donde estáis para escuchar.

 

(El marqués asoma el befo)

 

¿Estáis señora donde dice el monje?

A fe mía, que es discreta la abadía,

nace el primor, do el amor esponje.

Quisiera estar contrito sin porfía.

 

Mostradme algún desdén de vuestra mano

no quiero equivocar mis sentimientos

pues como veis duquesa, soy humano

y no aumentéis aún más mis sufrimientos.

 

Deciros, que en mi voz uso el romance.

Usar endecasílabos es clase

tan alta, como vos en este trance

dejad que en estos términos me abrase.

 

Compartiros mis ardores

en romance es mi locura

son así más muñidores

que mi voluntad procura.

 

En este modo quisiera

preguntaros por el Duque

que dicen que está lejano

y allí, hay que llegar en buque.

 

El Duque ya partió, es muy valiente,

se fue a Jerusalén a conquistarla.

Meterse en ese trance, fue imprudente.

¡Cercar la tierra Santa y levantarla!

 

Es logro, que alcanzara ese milagro

trayéndole más fuerzas y reaños

pues yo en mis oraciones lo consagro

aunque pasados ya, son varios años.

 

Querréis saber si tengo galanteos

con nobles de mi corte tan selecta

los juegos nunca llegan a himeneos

la gente tiene lengua, y es abyecta.

 

Dejadme pues soñar con su regreso

No quiero mancillar su ilustre cuna

pues puede ya estar muerto, quizá preso

la herencia he de guardar y su fortuna.

 

¡No sigáis! Me solivianto.

Darme debéis un buen motivo

pues estoy, que no me aguanto

y me vuelvo muy impulsivo.

 

No hay ni reinas ni princesas

que alcancen vuestra hidalguía,

no vengáis ahora con esas,

no aparentéis ser tan fría.

 

Marqués, no deseéis tamaño infierno.

Revolcarme queréis sin compasión.

Pensad que ya hace frío y es invierno

y es mi viejo castillo un panteón.

 

Mezclar ahora mis huesos con los vuestros

hacer un amasijo de locuras

sacará de sus tumbas mis ancestros

cubriendo mi vivir de desventuras.

 

Así que no soñéis, mi vida es triste

un leve destellar no es suficiente

queríais me por bien, vos me dijiste.

¡Haceos la señal, ahí, en la frente!

 

Fablarme no es de amor lo que pretende

su intrépido ofertorio de propuestas

que a damas de mi alcurnia nos ofende

y a todas sus preguntas no hay respuestas.

 

¿Ahí termina el alegato

que mis manos os ofrecen

después de esperar tanto rato?

¡Mis voluntades se acrecen!

 

Y no admito la derrota

ni un paso atrás de cobarde

pues mi corazón rebrota

y agora, ya está que arde.

 

-He de conseguir su aliento,

su calor y su ternura,

aunque a vencer desaliento

tenga que mediar un cura-

 

Mi oído, ha recibido un buen mensaje

y aunque hablado lo habéis, así, muy bajo

corresponde lo dicho a mi linaje

es la iglesia muy hueca es un badajo.

 

 ¡Así! Ya me decís cosas sensatas

si media ya la Iglesia, es muy distinto

no soy como pensáis de las beatas

perdidas, sin saber quitarse el cinto.

 

Cumplirme en este trance es lo que importa

si entrego mi virtud, es con doblones,

la cuenta del ducado está muy corta

y debo restaurar los mis salones.

 

¡Pronto! Que venga el cura y monaguillo

que soy viuda de ayer; en un combate

su cuello lo segaron a cuchillo.

Cumplida está su vida en el dislate.

 

Mas no tembléis señor, tomad mi brazo

llevadme hasta el altar, me quito el velo

la tripa que me veis es de embarazo

os ruego perdonéis mi poco pelo.

 

Me sorprende tal alarde

de impudicia mi Duquesa

tengo priesa, se hace tarde

para cenar en mi mesa.

 

Debo partir con premura

la obligación me reclama,

disculpadme con el cura

a las diez voy a la cama.

 

Marchose el caballero por do vino,

y dicen, los que saben de la historia

contada claro está por un vecino

que el Duque no murió, vive en Vitoria.

 

La duquesa parió, un buen bastardo

y es hijo del deán de la abadía.

Del marqués que dicen tan gallardo

se murió de un celoso en la porfía.

 

(Moraleja)

 

Mas, si eres libertino y también bravo,

no cojas lagartijas por el rabo.  


Escrito por - Azpeitia, José Antonio -

 

 



LA QUINTA SINFONIA DE BEETHOVEN...

 


LA QUINTA SINFONÍA DE BEETHOVEN

Sinfonía del Destino

(Beethoven en unas condiciones de pobreza no entendibles, con un viejo clavicordio desafinado, con algunas teclas que no funcionaban, fue capaz de construir esta catedral del arte musical. Él dijo por escrito en una ocasión, que el destino llamó a las puertas de su alma)

***********

El frío no dejaba hablar al aire.

La calle iluminada de mil sombras

sonaba a incertidumbre en su quejido.

Fervor en las paredes de la noche

que agarran con sus manos la fortuna

haciéndose así…dueñas del destino.

  

La entrada estaba ajada era muy vieja

un cuerpo sin relieves embozado

empuña en una mano su cayado

se acerca timorato muy despacio.

Retumban en la puerta cuatro golpes

seguido, se repiten otros cuatro

garrota jacobea con penachos

repica hasta ocho veces a su puerta

pidiendo caridad de madrugada

golpea el peregrino la madera.

Pam…Pam…Pam…Pam…

¡Ah De la casa! Que Dios sea bendito.

Pam…Pam…Pam…Pam…

!Tened pocas monedas a un mendigo!

 

El dueño del casón no tuvo dudas.

Los golpes, fueron más que una llamada.

Sonaban melodiosos ¡Era un mensaje!

Su gesto enmudeció para escucharlo.

 

-Parece una corchea con bemoles

Sol…Sol…Sol…Mi bemol

-¡Suena a sonata!

 

Dos Pfenning, pan y vino fue limosna

que pudo atesorar el mendicante.

Jamás volvió a llamar a aquella puerta.

Perdido entre la bruma se fue el hombre.

Se dice que fue Dios. Quizá un milagro.

 

Beethoven se lanzó al papel pautado.

Su mano enloqueció en el pentagrama.

Las notas embriagadas se aferraban

a una coda que estremece al gran maestro.

-¡Será en clave de sol, con tres bemoles!

 

Redondas, semifusas, blancas, negras

se enredan con corcheas, después fusas.

Buscan pareja, que del ritmo febril

sean actrices, autoras del momento

más hermoso, que podrán interpretar

en los teatros, la corte… los palacios.

 

Inútil majestad sin instrumentos

que puedan dar prestancia a este concierto

resuenan en la mente del maestro.

Es el autor que viene de otra esfera   

que puede dibujar todas las voces

hacer que los momentos sean rotundos.

Escrito sonará en sus cuatro tiempos

distinto el Do menor sin los becuadros.

 

La hermosa sinfonía se ha iniciado

resuena en notas fuertes repetidas

retumba cautivando, se hace inmensa.

Le sigue un tempo lento, feliz, suave

de las notas redondas sorprendidas.

perseguidas de un crescendo de corcheas

de fusas, semifusas impacientes

Subiendo, se hacen grandes, imposibles.

Buscando el infinito se sublevan.

 

No se arredra el Destino, que persiste.

Lo pondrá, en el más tremendo de los retos.

Llamará al final las puertas de su alma

de par en par abiertas sin cerrojos.

 

El aire pasará sin miramientos

al mundo de los sueños que lo inundan.

No cejará la nube que lo envuelve

en su empeño de elevarlo hasta lo alto.

Las musas que son sabias lo seducen

lo transportan, lo llevan, lo hacen suyo.

 

Su mano no descansa… ¡Es el Destino!

El clavicordio que tradujo el gesto

el instinto brutal de lo que es grande

padeció la vejez de muchos años

no le dejaron presumir de alardes.

Destartalado y torpe lo consigue.

 

Es viejo el instrumento, no comprende

la tarea brutal que le encomiendan.

La extraña sinfonía es agobiante

sus cuerdas no resisten el esfuerzo.

Hay teclas que están mudas, no responden.

 

Le toca adivinar al que interpreta

virtuoso en la pobreza más sublime

la falta de esas notas que están muertas.

Sus dedos son inquietos y nerviosos,

se mueven a un impulso enfebrecido.

 

La música le amó. Fue lo importante.

Lo quiso y lo abrazó en lo más profundo.

Sacó de su emoción diez sinfonías.

Algunos que lo estudian, dicen nueve.

Él supo adivinar a cualquier nota.

No importa que la Clave fuera anciana

difícil resolver sus desafinos.

 

El scherzo y el rondó se han terminado.

¡Las notas ya están puestas en su sitio!

 

Armonías del alma que se crecen

dibujando en el aire los sonidos

pusieron en sus líneas algo excelso.

Catedral, que construida sin la piedra

rotunda de un poder más que sagrado

perdurará sencilla, sin ojivas

arquivoltas, relieves apretados

sin el mármol fastuoso, petulante

de esas otras de locas pretensiones

que la erosión las dejará desnudas

sin nada que decir en sus escombros.

 

La música coral de iglesia y corte

pasarán al arcano de la historia

a los viejos esquemas del pasado.

 

Esta obra, monumento en el espacio

con fervor la sostienen los humanos.

Tan fuerte, diferente y delicada

que es inmortal, aún más, es trascendente.

La estructura de sus arcos es virtual.

Las cúpulas son vagas y cambiantes.

Las torres se han perdido en el espacio.

Las gárgolas escupen lo indecible

gemidos que jamás se han escuchado.

 

Un canto que conmueve lo divino

se pierde en el espacio sin barreras

circunda el macrocosmos que soñamos

remueve los resortes de nuestra alma

nos deja levitando en las estrellas.

 

Es algo que no puede describirse.

Supera hasta dejarnos extenuados

sin aire, genuflexos ante el genio

que ha puesto a nuestro alcance el universo.

 

Escrito por  - Azpeitia, José Antonio -