CONDEMIA -3-
Ha amanecido de noche, sin
más,
así, sin avisar, a
hurtadillas,
la luz es diferente,
desteñida.
Las paredes me acusan de
cobarde
no puedo ni mirarme en el
espejo,
parezco en un retrato al
viejo Einstein.
Hay voces que me llegan
desde lejos,
me advierten sin pudor - son
los de arriba –
que no gaste mi tiempo en
esperanzas,
que nada me he perdido en
esa calle.
Es suave la condena a la -condemia-
a seres que merecen la pandemia,
viviendo con desdén de la
mentira,
creímos en un mundo de
opulencia
de lujos privativos de elegidos.
Pero esto se acabó, ya estaba
escrito.
Los pobres a lo suyo, como
siempre,
los ricos asumiendo los
poderes,
conviene que se sepa quienes
mandan.
Hoy sobran los que saben demasiado,
la gente muy mayor es una
carga,
debemos acortar su
sufrimiento.
Los -ninis- y los -menas- al
trabajo,
sabremos disfrutar de su
ignorancia
nos dicen, entre risas descaradas.
Un pijama raído es mi
uniforme,
con él conviviré el duro
encierro,
mi chaqueta -blazer- pasó a
la historia,
zapatos de vestir, están con
moho,
mi móvil dice cosas
censuradas.
En esta casa humilde en la
que vivo
que es fruto de mis días de
trabajo,
no sé si será mía por más
tiempo,
la debo compartir sin
egoísmos
con alegres raperos de la
calle,
con okupas vestidos de
modernos.
No sé si volveré a hacer el amor.
Mujeres que se cruzan,
enemigos,
que pueden contagiar…o una
querella,
-por ojos maliciosos,
viperinos,
por un requiebro torpe de
atrevido-.
No sé, si volveré a hacer el
amor,
si de otro modo es, si eso
ocurriera
a pleno sol será -y ante un notario-.
Un viejo ordenador, la caja
tonta,
ventanas que producen
ulcerosis,
nos muestran lo peor del ser
humano,
son curas de salón de voz
melosa,
intrépidos contando amanerados
mil cuentos divertidos, sus
enredos.
Palabras vaciadas que se fuman,
se adocenan, suenan huecas,
sin amor,
a necios del sofá van
destinadas,
a -ninis- descarriados sin
futuro,
que hicieron en la escuela
dibujitos,
y luego en la Juan Carlos
crucigramas,
oyendo entre risitas a un
jocundo
doctor en naderías
trascendentes.
Después la sociedad de
boquiabiertos,
pregunta si es de día o es
de noche
y corre hasta el oráculo de
turno
que entiende de lo humano y
lo divino.
En ese prolegómeno al
hastío,
se baten en lo oscuro los
ladinos
que saben del latín y de
otras lenguas,
procuran los doblones de su
banco
cubiertos de un derecho
inalcanzable
al vulgo proletario desde
siempre,
vestidos con el tiempo en
clases medias.
Esos divertículos del poder
se acrecen en el intestino
grueso
de un pueblo socialmente
desnortado,
son bolsas de la ley que están
podridas
rellenas de mentiras, de
dinero
de sexos transversales muy
al uso.
El día, se hace largo sin tareas,
tendré que decidir qué es lo
que hago.
Mi último consuelo es una
amiga,
vive en otro país, ella es
discreta,
confinada también con su
dolor,
no tiene quien la mime, ni
la quiera.
La llamaré esta tarde sin
demora
es algo que no sé -video llamada-
la fórmula indiscreta de la
red.
Pasarela me hará de sus
encantos,
indecente de mí, yo haré lo
mismo,
un amor inocente sin pecado.
Resulta al fin de todo,
cruel consuelo,
no sé de los demás, por qué
obedecen,
ocultos en lo oscuro de sus
casas,
no saben manejar sus
cacerolas.
El fin será el morir en las
trincheras
que lleven al infierno a los
de arriba.
Escrito por Azpeitia,
José Antonio
el 28 de octubre de 2020
d.C.