22 diciembre 2020

CUMBRES



CUMBRES

 

Circundan ese pueblo montaraz 

las cumbres que se hermanan con el cielo

un lugar de la Málaga playera

alegre, visceral y descocada

que ignora displicente sus raíces.

No sabe de sus verdes aledaños,

montañas que la abrigan de su invierno  

duras de remontar - son muy cansadas -

 

El viento se retuerce entre sus montes

buscando el escaparse de ese mar

que se extiende y se pierde al horizonte.

El mar que es tan azul, es apacible,

es frio, es iracundo, tenebroso

oculta en sus entrañas mil secretos.

 

Es en esa altitud muy diferente,

riscos y maleza, árboles viejos

sumergen en el aire lo que es puro

el fluido más vital de nuestra vida,

los verdes insaciables de esperanzas.

 

Trepando sus caminos a lo alto

remando con los pies sobre las piedras

sentimos liviandad de lo que es fútil

pensando en no parar hasta su cima.

 

Atalaya de rocas arrugadas

por la bronca erosión de tantos siglos

nos deja contemplar todos los valles

con la rara nostalgia de lo inmenso

que todo lo que vemos es pequeño

parte venial del mundo prescindible.

 

En esta soledad entre montañas   

tenemos más preguntas que respuestas

abiertas sin ambages que las turben.

 

La tarde se anochece sin permiso

el frío va calando hasta los huesos.

Despacio, nos miramos con amor

bajamos más deprisa que subimos

los niños piden agua están exhaustos.

 

Mañana al despertar, aún muy cansados  

miraremos la bruma que las cubren

con ojos de las cosas que soñamos.

 

Escrito por Azpeitia, José Antonio

22 de diciembre de 2020 d.C.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

28 octubre 2020

CONDEMIA -3-

 



 

CONDEMIA -3-

 

Ha amanecido de noche, sin más,

así, sin avisar, a hurtadillas,

la luz es diferente, desteñida.

Las paredes me acusan de cobarde

no puedo ni mirarme en el espejo,

parezco en un retrato al viejo Einstein.

 

Hay voces que me llegan desde lejos,

me advierten sin pudor - son los de arriba –

que no gaste mi tiempo en esperanzas,

que nada me he perdido en esa calle.

 

Es suave la condena a la -condemia-

a seres que merecen la pandemia,

viviendo con desdén de la mentira,

creímos en un mundo de opulencia  

  de lujos privativos de elegidos.

 

Pero esto se acabó, ya estaba escrito.

Los pobres a lo suyo, como siempre,

los ricos asumiendo los poderes,

conviene que se sepa quienes mandan.

 

 Hoy sobran los que saben demasiado,

la gente muy mayor es una carga,

debemos acortar su sufrimiento.

Los -ninis- y los -menas- al trabajo,

sabremos disfrutar de su ignorancia

nos dicen, entre risas descaradas.   

 

Un pijama raído es mi uniforme,

con él conviviré el duro encierro,

mi chaqueta -blazer- pasó a la historia,

zapatos de vestir, están con moho,

mi móvil dice cosas censuradas.

 

En esta casa humilde en la que vivo

que es fruto de mis días de trabajo,  

no sé si será mía por más tiempo,

la debo compartir sin egoísmos

con alegres raperos de la calle,

con okupas vestidos de modernos.

 

 No sé si volveré a hacer el amor.

Mujeres que se cruzan, enemigos,

que pueden contagiar…o una querella,

-por ojos maliciosos, viperinos,

por un requiebro torpe de atrevido-.

 

No sé, si volveré a hacer el amor,

si de otro modo es, si eso ocurriera

a pleno sol será -y ante un notario-.

 

Un viejo ordenador, la caja tonta,

ventanas que producen ulcerosis,

nos muestran lo peor del ser humano,

son curas de salón de voz melosa,

intrépidos contando amanerados

mil cuentos divertidos, sus enredos.

 

Palabras vaciadas que se fuman,

se adocenan, suenan huecas, sin amor,

a necios del sofá van destinadas,

a -ninis- descarriados sin futuro,

que hicieron en la escuela dibujitos,

y luego en la Juan Carlos crucigramas,

oyendo entre risitas a un jocundo

doctor en naderías trascendentes.

 

Después la sociedad de boquiabiertos,

pregunta si es de día o es de noche

y corre hasta el oráculo de turno

que entiende de lo humano y lo divino.

 

En ese prolegómeno al hastío,

se baten en lo oscuro los ladinos

que saben del latín y de otras lenguas,

procuran los doblones de su banco

cubiertos de un derecho inalcanzable

al vulgo proletario desde siempre,  

vestidos con el tiempo en clases medias.

 

Esos divertículos del poder

se acrecen en el intestino grueso

de un pueblo socialmente desnortado,  

son bolsas de la ley que están podridas

rellenas de mentiras, de dinero

de sexos transversales muy al uso.

 

El día, se hace largo sin tareas,

tendré que decidir qué es lo que hago.

Mi último consuelo es una amiga,

vive en otro país, ella es discreta,

confinada también con su dolor,

no tiene quien la mime, ni la quiera.

 

La llamaré esta tarde sin demora

es algo que no sé -video llamada-  

la fórmula indiscreta de la red.

Pasarela me hará de sus encantos,

indecente de mí, yo haré lo mismo,

un amor inocente sin pecado.

 

Resulta al fin de todo, cruel consuelo,  

no sé de los demás, por qué obedecen,

ocultos en lo oscuro de sus casas,

no saben manejar sus cacerolas.

 

El fin será el morir en las trincheras

que lleven al infierno a los de arriba.

 

Escrito por Azpeitia, José Antonio

el 28 de octubre de 2020 d.C.

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

15 octubre 2020

CONDEMIA -2-

 

 


CONDEMIA -2-…

 

Nadie puede decidir por mí,

pero me empujan con disimulo,

unas veces, aviesamente, los de arriba, 

otras los que están cerca,

siempre con buena intención.

 

Hace tiempo que la calle no me habla

no bajo a saludarla como otrora

que me recibía alegre, dicharachera, bulliciosa.

La calle esta llena de gentes embozadas,

sus caras anodinas, semejan bandadas

de desteñidos loros

como en las películas de terror,

y la veo tristemente ignorada.

 

En esta comedia que vivo,

ella, la calle, es la protagonista,

lo soporta todo, me gustaría ayudarla,

pero la puerta de mi casa

está cerrada desde fuera,

y todo mi ser, está pendiente de una voz

que me haga comprender

por qué no puedo abrirla desde dentro.

 

El aire, la empuja con fuerza, desconsolado,

tampoco puede abrirla.

 

Hoy me dicen, los que me mueven de arriba

que la puerta se abrirá sin esfuerzo,

que puedo salir unas horas, y me voy

como alma que lleva el diablo.

 

Mi coche, es el único que me dirige la palabra,

me pide, gasolina, aceite, agua,

aire para sus negros zapatos,

y resignado me lleva a la playa.

 

El impertinente sol, calienta sin piedad,

las olas juguetean con la arena,

y en un infantil gesto de soberbia,

he tirado las llaves intencionadamente al mar,

al fin y al cabo, ya no soy dueño de nada.

 

Siempre inmutablemente silencioso,

éste, sólo me devuelve

conchas, caracolas, esqueletos de calamares

y un plástico de patatas fritas.

 

Cuando he vuelto a mi casa,

la puerta todavía permanecía abierta.

He tenido mucha suerte,

los okupas no se han percatado de mi ausencia.

Pasado muy poco tiempo, se ha cerrado sola.

 

Hacía muchos lustros, que no empuñaba

una pluma con tinta -azul misterio- indeleble,

motivo, por el que he decidido escribir

sobre este sucio papel

poseído por el demonio del silencio,

algo que describa este enigma,

cansado de oír en mi móvil lo que no deseo,

lo que no entiendo, el por qué vivo anonadado,

algo, sobre lo que ocurre hoy en la vida de cualquiera.

 

He saltado tantas veces desde un avión,

que el vacío que se mueve a mis pies

no me da miedo, es el borde de un abismo

que para todos es igual,

es oscuro como la noche,

húmedo por la lluvia de los que lloran

al atardecer de cada día.

 

La orden de saltar a ese precipicio,

aún no ha llegado.

 

 

Escrito por Azpeitia José Antonio

el 15 de octubre de 2020 d.C.

 

 

 

 

 

 

 

CONDEMIA...

 

 



CONDEMIA…

 

El cielo de la tarde, es plomo oxidado que llora.

En el extremo, allá, donde se pierde la vista, muy lejos,

las montañas se sacuden los hombros con desdén 

de las pesadas nubes que envuelven sus cimas.

En ese paisaje, la incertidumbre de los humanos

no tiene nombre, es, donde la esperanza es tul ilusión

que se precipita al brumoso vacío

con lo poco que les queda en el bolsillo a los incautos.

 

La historia no sirve, nos han mentido tantas veces,

que la puerta que podía salvarnos

la han forzado los de siempre.

Era la que cerraba el camino a la mentira

con las siete llaves de la sabiduría,

la que no nos permitía un sólo paso en falso.

 

Ahora son tantos los engañados, los que deambulan

y desaparecen en ese barranco sin fondo

mirando sin precaución un cielo que no entienden,

que dicen los discretos que van a quedar muy pocos,

tan solos y abandonados los sobrevivientes de distinto signo,

que no habrá espejos que reflejen nuestra cara,

a su envés no hay nadie que entienda lo que decimos,

sólo un libro y papeles viejos.

 

Ellos los elegidos, Zeus redivivos, han construido una Babel

de lenguas retorcidas por el odio y la envidia,

serpientes que secuestran, ahogan, lo mejor de nuestras almas,

diabólica intención de los que todo ignoran de su destino

de hueso y carne que se pudre.

 

Hoy las ojerosas ciudades se mueren de tristeza,

los ojos vacíos de sus desvencijadas ventanas

no distinguen los días de las noches,

añoran ignorantes la presencia de sus alegres moradores,

okupas de una tierra que nunca ha sido suya,

lugar al que nunca volverán los que estuvieron,

ya no hay donde esconder lo que ganaron.

 

Escrito por Azpeitia, José Antonio

en Málaga el 14 de octubre de 2020 d.C.

 

 

 

 

  

13 abril 2020




LA TRAICIÓN…


Se afilan las espadas y cuchillos
en la lóbrega quietud de las traiciones.
Se apagan las luciérnagas que empujan
la mano seductora que asesina.
No quiere que la vean empuñando
la daga cachicuerna que dibuja
el arco de una iglesia sin ventanas.

Desanclar el puñal que está clavado
no impide que la sangre se vacíe
que corra por la espalda del vencido
que llora la traición amargamente.

No entiende que las nubes sean blancas
que la brisa del amor se haya escapado
por el túnel oscuro de los miedos.

La muerte le sonríe complacida
acude lentamente va sin prisa.
No se oye el corazón, pues balbucea,
escucha que lo llaman de muy lejos.

El rojo carmesí lo inunda todo,
volver la vista atrás ya no le sirve
las caras sonrientes son espectros
del rojo hasta el violeta que diluyen
las vagas ilusiones del pasado.

Del Dios tan prometido no hay noticia
se encuentra muy ocupado en otras lides
son tantos los que llegan abrumados
por pérfidas traiciones, desengaños,
que el limbo de los justos está lleno…
El limbo de los malos es inmenso
la ayuda es a los buenos… ¡Sí, son muchos!

El Juicio del Final no tiene fecha
se anuncia con trompetas y atabales
recuerda al de los jueces de este mundo
que dejan en el sueño de esos justos
legajo tras legajo amontonados.

Serán más de mil siglos celestiales
del péndulo que oscila y que no vuelve
la espera invertebrada…  de lo eterno.
Sanedrines con música de estrellas
que juzguen a los buenos y los malos.

El tiempo en este lado ya no existe
espacios infinitos los rodean.
No hay rastros del infierno prometido,
el cielo está aún muy lejos de este limbo.

Algunos, se alimentan con los panes
del crimen cometido entre los suyos
del vino de los vicios consentidos.
Los otros que sirvieron con esfuerzo
ocultan la bondad de su existencia.

A veces cuando sueño me aparecen
las almas de los seres más queridos
y quiero confesar que me lo cuentan
con un gesto feliz y resignado
que allá de dónde vienen hay silencios
y un páramo de paz… que yo no entiendo.


Escrito por Azpeitia, José Antonio
en el otoño del 2019 d.C.


EXISTIR...





Existir…

Existir, sin comprender el motivo,
es el sufrimiento que nos inunda
de habitar esta carne que es mortal.

Yo no entiendo a este cuerpo intransigente,
que no escucha mis súplicas constantes
que puedan desvelar sus mecanismos.
No deja desentrañe los secretos
sin dolor que acompañe a mi osadía.

Es máquina diabólica, imperfecta,
que rige caprichosa mi destino.
Me exige servidumbres incontables
que yo quisiera obviar, pero no puedo.

Inquilino del tiempo de este cuerpo,
son muy raras las veces que disfruto
de un espacio de treguas distendidas,
tan pocas… que las cuento con los dedos.

Mañana… ¿Será al otro?… ¡Quién lo sabe!
El que mueve este universo de locuras
dejará que comprenda sus misterios
y me muestre sin ambages sus poderes.

Huésped humilde aún soy de este tirano.
Y en un día, ya sin orden ni concierto
pedirá que me vaya limpiamente,
sin avisar, ni tiempo a despedirme.

Desahuciado, sin mis cosas ni equipajes.
Sin el peso brutal de su estructura
volaré con la luz al infinito
libre ya de este mundo que no entiendo.

Escrito por Azpeitia, José Antonio
el 18 de marzo de 2020 después de Cristo.


DESPUÉS DE UN TE QUIERO ABIERTO...






DESPUÉS DE UN TE QUIERO ABIERTO…

Después de un te quiero abierto
hay otro que está esperando
ciñendo sonido y letras...
los acordes de un concierto
de caricias y de besos.

Pensarás que es un milagro...
pero no, no estás soñando
es un te quiero que llega
de muy lejos en voz baja.
Es un beso prolongado
que se ríe del espacio
y se sumerge en el tiempo
hasta dejar sin aliento
a los pájaros del miedo.

La paz anida en mi pecho
como un canto de Vivaldi
que roba a la primavera
lo mejor de sus sonatas.
Después el verano llega
con ese viento caliente
que es la fuerza de tu alma.

Son tormentas de verano
con los violines temblando
Pizzicatos de la lluvia
que asustan a los tejados.

Tempo lento, suena el piano
de las noches apacibles
donde el amor encontramos 
sin vericuetos ni trampas.
Son sábanas tremolando
como banderas al viento
que abrigan nuestros secretos.

Muchos quieren entender
que esconden nuestros poemas.
...Nunca lo podrán saber...
porque somos diferentes.
Porque de amor estás hecha,
de un retazo del concierto
que interpretas con tus manos.

Tu ternura y poesía
lo que te rodea envuelven.
Y como un sauce llorón
que se asoma al universo
y se mira en las estrellas...
buscas hacer imposibles
entregada al sentimiento.

Yo soy el pájaro errante
al que acogiste en tus ramas
en la noche de un invierno,
que silba mil melodías
cuando acaricias sus alas.

Escrito por Azpeitia, José Antonio
dos de abril de 2020 d.C.