23 julio 2019









EL PEINE DE LOS VIENTOS…

La vida y el mundo que nos rodea, no nos deja
a los humanos suficientes espacios de reflexión,
y cuando lo hacemos, tenemos miedo al que dirán.
Tampoco ponemos a prueba la capacidad de vencer
nuestros miedos, ni los tabúes que nos han inculcado.
Este día de mi vida que describo, es real y así ocurrió…

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La tarde es un contubernio
de nubes atormentadas
que auguran noche sin luna
que hasta a los gatos espanta.
Mi madre me ha dicho… ¡Espera!
Ya es tarde, es de madrugada,
la galerna ya ha empezado
¡No pensarás ir de juerga!...

Sin mediar palabras salgo,
es un impulso brutal
un desafío a mi entraña.
La lluvia humilla mi cara,
desdeñosa e intransigente,
me abofetea con fuerza,
no la esquivo...hasta me agrada.  
Trato de andar contra el viento
que me empuja sin modales;
de mi empeño, está celoso,  
mis pasos son vacilantes
no quiere que llegue lejos,
no pienso darle la espalda.
La noche es húmeda y fría,
en este espigón, no hay humanos,
solo estoy yo… empecinado
de un propósito sin fuste.
Los locos se han escondido
detrás de sus emociones,  
los que dicen estar cuerdos
en el whatsapp buscan logos
o bajo la almohada esconden
su temor adolescente.
Las casas tienen los ojos
con las persianas bajadas
ciegas de luces que tiemblan
con sus sombras en la calle.
Esta vez voy, decidido,
en una noche de perros,
a reducirme ese miedo
que sienten los seres vivos
al rugido de las olas
que me alcanzan de costado.
 Voy al Peine de los Vientos, 
agujeros son de hierro
que desafían la furia
del mar, la lluvia, y el aire.  
El viento busca en los huecos
donde silbar sus razones,
el mar lo escucha y se encrespa,
se riza en espuma blanca
en olas que son gigantes
que buscan los farallones
que defienden a la tierra.
He cumplido mi deseo,  
acaricio el viejo hierro
de ese escultor que me chilla.
El reto ha sido estresante,
de este lance siento orgullo.
Solo pienso en lo que somos,
lo que nadie nos explica
por miedo o por cobardía.
De este mar enfurecido,
nació la vida hace tiempo,  
es un medio que era amable
para seres tan extraños.
No estuvo nunca conforme,
con su confortable cama.
Arrastrándose en las playas
de arenas que la arrullaban,
buscó nuevos horizontes.
No entendió aquel espejismo,
no supo que era madrastra
vieja, dura, despiadada,  
lo que detrás se escondía
que no sabe de arrumacos,
un hogar de recias piedras
donde los charcos se secan
los ríos se desbaratan
y la tierra escupe lava.
Hoy que ha pasado el tiempo
de aquella noche endiablada.
Esa nostalgia me invade
cuando sumerjo mi cuerpo
en el mar que me acaricia.
Contemplando el horizonte
de pies y clavado al suelo,
quisiera volver al agua
y sumergirme en su fondo
aunque ya no tengo branquias.
Por eso, cuando te fuiste,
hace muy pocas jornadas,
quise cumplir tus deseos
de devolverte a tu origen,
a ese océano de sueños
en las tardes de verano
que pasaste en esa playa.
Un día,
que se me antoja lejano
el mar cubrirá la tierra,
todo volverá al principio,
un ciclo que se repite
hace millones de años…


Escrito por Azpeitia, José Antonio
inspirado en un cuadro de mi mejor
amigo y hermano, Raúl Alonso Arnedo
desde el Peine de los Vientos de San Sebastián,  
lugar de especial significado, al que volví, esta vez de día,
con familiares y amigos en el que todos estuvimos,
no hace todavía un año.
(Mi esposa Amaya Martin, Raúl Alonso y Ana su esposa,
Aitor Azpeitia, María Jesús Azpeitia, María Jesús Herrero,
Teresa Pérez Leal Azpeitia y su marido)

19 de julio de 2019 d.C.


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