CONDEMIA…
El cielo de la tarde, es plomo oxidado que llora.
En el extremo, allá, donde se pierde la vista, muy
lejos,
las montañas se sacuden los hombros con desdén
de las pesadas nubes que envuelven sus cimas.
En ese paisaje, la incertidumbre de los humanos
no tiene nombre, es, donde la esperanza es tul ilusión
que se precipita al brumoso vacío
con lo poco que les queda en el bolsillo a los
incautos.
La historia no sirve, nos han mentido tantas veces,
que la puerta que podía salvarnos
la han forzado los de siempre.
Era la que cerraba el camino a la mentira
con las siete llaves de la sabiduría,
la que no nos permitía un sólo paso en falso.
Ahora son tantos los engañados, los que deambulan
y desaparecen en ese barranco sin fondo
mirando sin precaución un cielo que no entienden,
que dicen los discretos que van a quedar muy pocos,
tan solos y abandonados los sobrevivientes de distinto
signo,
que no habrá espejos que reflejen nuestra cara,
a su envés no hay nadie que entienda lo que decimos,
sólo un libro y papeles viejos.
Ellos los elegidos, Zeus redivivos, han construido una
Babel
de lenguas retorcidas por el odio y la envidia,
serpientes que secuestran, ahogan, lo mejor de
nuestras almas,
diabólica intención de los que todo ignoran de su
destino
de hueso y carne que se pudre.
Hoy las ojerosas ciudades se mueren de tristeza,
los ojos vacíos de sus desvencijadas ventanas
no distinguen los días de las noches,
añoran ignorantes la presencia de sus alegres
moradores,
okupas de una tierra que nunca ha sido suya,
lugar al que nunca volverán los que estuvieron,
ya no hay donde esconder lo que ganaron.
Escrito por Azpeitia, José Antonio
en Málaga el 14 de octubre de 2020 d.C.
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