15 octubre 2020

CONDEMIA...

 

 



CONDEMIA…

 

El cielo de la tarde, es plomo oxidado que llora.

En el extremo, allá, donde se pierde la vista, muy lejos,

las montañas se sacuden los hombros con desdén 

de las pesadas nubes que envuelven sus cimas.

En ese paisaje, la incertidumbre de los humanos

no tiene nombre, es, donde la esperanza es tul ilusión

que se precipita al brumoso vacío

con lo poco que les queda en el bolsillo a los incautos.

 

La historia no sirve, nos han mentido tantas veces,

que la puerta que podía salvarnos

la han forzado los de siempre.

Era la que cerraba el camino a la mentira

con las siete llaves de la sabiduría,

la que no nos permitía un sólo paso en falso.

 

Ahora son tantos los engañados, los que deambulan

y desaparecen en ese barranco sin fondo

mirando sin precaución un cielo que no entienden,

que dicen los discretos que van a quedar muy pocos,

tan solos y abandonados los sobrevivientes de distinto signo,

que no habrá espejos que reflejen nuestra cara,

a su envés no hay nadie que entienda lo que decimos,

sólo un libro y papeles viejos.

 

Ellos los elegidos, Zeus redivivos, han construido una Babel

de lenguas retorcidas por el odio y la envidia,

serpientes que secuestran, ahogan, lo mejor de nuestras almas,

diabólica intención de los que todo ignoran de su destino

de hueso y carne que se pudre.

 

Hoy las ojerosas ciudades se mueren de tristeza,

los ojos vacíos de sus desvencijadas ventanas

no distinguen los días de las noches,

añoran ignorantes la presencia de sus alegres moradores,

okupas de una tierra que nunca ha sido suya,

lugar al que nunca volverán los que estuvieron,

ya no hay donde esconder lo que ganaron.

 

Escrito por Azpeitia, José Antonio

en Málaga el 14 de octubre de 2020 d.C.

 

 

 

 

  

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