08 enero 2022

LA COLEGIALA...

 



LA COLEGIALA….

 

 

Estabas sola, sí… con tu breviario

con páginas de Santos tan devotos

mirando a un cielo azul muy desteñido

y de un dolor antiguo compungidos

que nunca habías visto ni rezado

imágenes antiguas muy ramplonas

tenían casi olor a naftalina.

 

En esa esquina, del Colegio pío

inútiles las citas, no hay encuentros

los chicos que te gustan son muy tontos

hay uno que es distinto, no lo has visto

sus padres lo han mandado a un Instituto.

 

El pelo llevas suelto alborotado

el sol que lo atraviesa serpentea

no deja abrir los ojos, implacable

de un Junio fin de curso deseado.

 

La cita hubiera sido en ese punto.

Ahora, sólo esperas a tu sombra

no piensas transgredir lo que es correcto

un abrazo muy leve sin malicia

de momento, alter ego no es pecado.

 

Protegiendo tu cuerpo con los libros

de asechanzas, deseos no entendidos

caminabas deprisa hacia tu clase

las rodillas muy juntas, apretadas

tu falda se levanta con el aire.

 

Muy lejos, las campanas de la Iglesia

tañían letanías bostezando

cansadas de sí mismas, de las horas

que cargan la conciencia a los ateos.

 

Penoso es el camino a la tarea

te da tiempo a pensar en otras cosas.

Imaginas tus labios tan jugosos

pegados al cristal de un viejo espejo

empañado del aliento por la voz

que nace a una conciencia diferente

que busca a otros ansiosos, aturdidos

dos brazos rodeando tu cintura

sin cara que soporte tal deseo.

 

Qué largo es este curso, no lo entiendes.

 

-Tendré que confesarme, esto es pecado.

 

Las voces de las monjas no son cantos

de Ninfas de ese mar con que tú sueñas.

Al disparo gutural de una de ellas

se rompe el pensamiento en mil pedazos

la monja regordeta bambolea

con pasos muy cortitos su trasero

¡A clase niñas, vamos, que es muy tarde!

 

 

Escrito por – Azpeitia, José Antonio –



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