15 enero 2022

LA QUINTA SINFONIA DE BEETHOVEN...

 


LA QUINTA SINFONÍA DE BEETHOVEN

Sinfonía del Destino

(Beethoven en unas condiciones de pobreza no entendibles, con un viejo clavicordio desafinado, con algunas teclas que no funcionaban, fue capaz de construir esta catedral del arte musical. Él dijo por escrito en una ocasión, que el destino llamó a las puertas de su alma)

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El frío no dejaba hablar al aire.

La calle iluminada de mil sombras

sonaba a incertidumbre en su quejido.

Fervor en las paredes de la noche

que agarran con sus manos la fortuna

haciéndose así…dueñas del destino.

  

La entrada estaba ajada era muy vieja

un cuerpo sin relieves embozado

empuña en una mano su cayado

se acerca timorato muy despacio.

Retumban en la puerta cuatro golpes

seguido, se repiten otros cuatro

garrota jacobea con penachos

repica hasta ocho veces a su puerta

pidiendo caridad de madrugada

golpea el peregrino la madera.

Pam…Pam…Pam…Pam…

¡Ah De la casa! Que Dios sea bendito.

Pam…Pam…Pam…Pam…

!Tened pocas monedas a un mendigo!

 

El dueño del casón no tuvo dudas.

Los golpes, fueron más que una llamada.

Sonaban melodiosos ¡Era un mensaje!

Su gesto enmudeció para escucharlo.

 

-Parece una corchea con bemoles

Sol…Sol…Sol…Mi bemol

-¡Suena a sonata!

 

Dos Pfenning, pan y vino fue limosna

que pudo atesorar el mendicante.

Jamás volvió a llamar a aquella puerta.

Perdido entre la bruma se fue el hombre.

Se dice que fue Dios. Quizá un milagro.

 

Beethoven se lanzó al papel pautado.

Su mano enloqueció en el pentagrama.

Las notas embriagadas se aferraban

a una coda que estremece al gran maestro.

-¡Será en clave de sol, con tres bemoles!

 

Redondas, semifusas, blancas, negras

se enredan con corcheas, después fusas.

Buscan pareja, que del ritmo febril

sean actrices, autoras del momento

más hermoso, que podrán interpretar

en los teatros, la corte… los palacios.

 

Inútil majestad sin instrumentos

que puedan dar prestancia a este concierto

resuenan en la mente del maestro.

Es el autor que viene de otra esfera   

que puede dibujar todas las voces

hacer que los momentos sean rotundos.

Escrito sonará en sus cuatro tiempos

distinto el Do menor sin los becuadros.

 

La hermosa sinfonía se ha iniciado

resuena en notas fuertes repetidas

retumba cautivando, se hace inmensa.

Le sigue un tempo lento, feliz, suave

de las notas redondas sorprendidas.

perseguidas de un crescendo de corcheas

de fusas, semifusas impacientes

Subiendo, se hacen grandes, imposibles.

Buscando el infinito se sublevan.

 

No se arredra el Destino, que persiste.

Lo pondrá, en el más tremendo de los retos.

Llamará al final las puertas de su alma

de par en par abiertas sin cerrojos.

 

El aire pasará sin miramientos

al mundo de los sueños que lo inundan.

No cejará la nube que lo envuelve

en su empeño de elevarlo hasta lo alto.

Las musas que son sabias lo seducen

lo transportan, lo llevan, lo hacen suyo.

 

Su mano no descansa… ¡Es el Destino!

El clavicordio que tradujo el gesto

el instinto brutal de lo que es grande

padeció la vejez de muchos años

no le dejaron presumir de alardes.

Destartalado y torpe lo consigue.

 

Es viejo el instrumento, no comprende

la tarea brutal que le encomiendan.

La extraña sinfonía es agobiante

sus cuerdas no resisten el esfuerzo.

Hay teclas que están mudas, no responden.

 

Le toca adivinar al que interpreta

virtuoso en la pobreza más sublime

la falta de esas notas que están muertas.

Sus dedos son inquietos y nerviosos,

se mueven a un impulso enfebrecido.

 

La música le amó. Fue lo importante.

Lo quiso y lo abrazó en lo más profundo.

Sacó de su emoción diez sinfonías.

Algunos que lo estudian, dicen nueve.

Él supo adivinar a cualquier nota.

No importa que la Clave fuera anciana

difícil resolver sus desafinos.

 

El scherzo y el rondó se han terminado.

¡Las notas ya están puestas en su sitio!

 

Armonías del alma que se crecen

dibujando en el aire los sonidos

pusieron en sus líneas algo excelso.

Catedral, que construida sin la piedra

rotunda de un poder más que sagrado

perdurará sencilla, sin ojivas

arquivoltas, relieves apretados

sin el mármol fastuoso, petulante

de esas otras de locas pretensiones

que la erosión las dejará desnudas

sin nada que decir en sus escombros.

 

La música coral de iglesia y corte

pasarán al arcano de la historia

a los viejos esquemas del pasado.

 

Esta obra, monumento en el espacio

con fervor la sostienen los humanos.

Tan fuerte, diferente y delicada

que es inmortal, aún más, es trascendente.

La estructura de sus arcos es virtual.

Las cúpulas son vagas y cambiantes.

Las torres se han perdido en el espacio.

Las gárgolas escupen lo indecible

gemidos que jamás se han escuchado.

 

Un canto que conmueve lo divino

se pierde en el espacio sin barreras

circunda el macrocosmos que soñamos

remueve los resortes de nuestra alma

nos deja levitando en las estrellas.

 

Es algo que no puede describirse.

Supera hasta dejarnos extenuados

sin aire, genuflexos ante el genio

que ha puesto a nuestro alcance el universo.

 

Escrito por  - Azpeitia, José Antonio -


 

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