LA QUINTA SINFONÍA DE BEETHOVEN
Sinfonía del Destino
(Beethoven en unas condiciones de pobreza no
entendibles, con un viejo clavicordio desafinado, con algunas teclas que no
funcionaban, fue capaz de construir esta catedral del arte musical. Él dijo por
escrito en una ocasión, que el destino llamó a las puertas de su alma)
***********
El frío no dejaba
hablar al aire.
La calle iluminada
de mil sombras
sonaba a incertidumbre
en su quejido.
Fervor en las paredes
de la noche
que agarran con sus
manos la fortuna
haciéndose así…dueñas
del destino.
La entrada estaba
ajada era muy vieja
un cuerpo sin
relieves embozado
empuña en una mano
su cayado
se acerca timorato muy
despacio.
Retumban en la
puerta cuatro golpes
seguido, se repiten
otros cuatro
garrota jacobea con
penachos
repica hasta ocho
veces a su puerta
pidiendo caridad de
madrugada
golpea el peregrino
la madera.
Pam…Pam…Pam…Pam…
¡Ah De la casa! Que
Dios sea bendito.
Pam…Pam…Pam…Pam…
!Tened pocas monedas
a un mendigo!
El dueño del casón
no tuvo dudas.
Los golpes, fueron más
que una llamada.
Sonaban melodiosos ¡Era
un mensaje!
Su gesto enmudeció
para escucharlo.
-Parece una corchea
con bemoles
Sol…Sol…Sol…Mi bemol
-¡Suena a sonata!
Dos Pfenning, pan y
vino fue limosna
que pudo atesorar el
mendicante.
Jamás volvió a
llamar a aquella puerta.
Perdido entre la
bruma se fue el hombre.
Se dice que fue
Dios. Quizá un milagro.
Beethoven se lanzó
al papel pautado.
Su mano enloqueció
en el pentagrama.
Las notas
embriagadas se aferraban
a una coda que
estremece al gran maestro.
-¡Será en clave de
sol, con tres bemoles!
Redondas, semifusas,
blancas, negras
se enredan con
corcheas, después fusas.
Buscan pareja, que
del ritmo febril
sean actrices,
autoras del momento
más hermoso, que
podrán interpretar
en los teatros, la
corte… los palacios.
Inútil majestad sin
instrumentos
que puedan dar
prestancia a este concierto
resuenan en la mente
del maestro.
Es el autor que
viene de otra esfera
que puede dibujar
todas las voces
hacer que los
momentos sean rotundos.
Escrito sonará en
sus cuatro tiempos
distinto el Do menor
sin los becuadros.
La hermosa sinfonía
se ha iniciado
resuena en notas fuertes
repetidas
retumba cautivando,
se hace inmensa.
Le sigue un tempo
lento, feliz, suave
de las notas
redondas sorprendidas.
perseguidas de un
crescendo de corcheas
de fusas, semifusas impacientes
Subiendo, se hacen
grandes, imposibles.
Buscando el infinito
se sublevan.
No se arredra el Destino,
que persiste.
Lo pondrá, en el más
tremendo de los retos.
Llamará al final las
puertas de su alma
de par en par abiertas
sin cerrojos.
El aire pasará sin
miramientos
al mundo de los
sueños que lo inundan.
No cejará la nube
que lo envuelve
en su empeño de
elevarlo hasta lo alto.
Las musas que son sabias
lo seducen
lo transportan, lo
llevan, lo hacen suyo.
Su mano no descansa…
¡Es el Destino!
El clavicordio que tradujo
el gesto
el instinto brutal
de lo que es grande
padeció la vejez de
muchos años
no le dejaron
presumir de alardes.
Destartalado y torpe
lo consigue.
Es viejo el
instrumento, no comprende
la tarea brutal que
le encomiendan.
La extraña sinfonía es
agobiante
sus cuerdas no
resisten el esfuerzo.
Hay teclas que están
mudas, no responden.
Le toca adivinar al
que interpreta
virtuoso en la
pobreza más sublime
la falta de esas
notas que están muertas.
Sus dedos son
inquietos y nerviosos,
se mueven a un
impulso enfebrecido.
La música le amó.
Fue lo importante.
Lo quiso y lo abrazó
en lo más profundo.
Sacó de su emoción
diez sinfonías.
Algunos que lo
estudian, dicen nueve.
Él supo adivinar a cualquier
nota.
No importa que la Clave
fuera anciana
difícil resolver sus
desafinos.
El scherzo y el
rondó se han terminado.
¡Las notas ya están
puestas en su sitio!
Armonías del alma
que se crecen
dibujando en el aire
los sonidos
pusieron en sus
líneas algo excelso.
Catedral, que
construida sin la piedra
rotunda de un poder más
que sagrado
perdurará sencilla,
sin ojivas
arquivoltas, relieves apretados
sin el mármol
fastuoso, petulante
de esas otras de
locas pretensiones
que la erosión las
dejará desnudas
sin nada que decir
en sus escombros.
La música coral de
iglesia y corte
pasarán al arcano de
la historia
a los viejos
esquemas del pasado.
Esta obra, monumento
en el espacio
con fervor la
sostienen los humanos.
Tan fuerte,
diferente y delicada
que es inmortal, aún
más, es trascendente.
La estructura de sus
arcos es virtual.
Las cúpulas son
vagas y cambiantes.
Las torres se han
perdido en el espacio.
Las gárgolas escupen
lo indecible
gemidos que jamás se
han escuchado.
Un canto que
conmueve lo divino
se pierde en el
espacio sin barreras
circunda el
macrocosmos que soñamos
remueve los resortes
de nuestra alma
nos deja levitando
en las estrellas.
Es algo que no puede
describirse.
Supera hasta
dejarnos extenuados
sin aire, genuflexos
ante el genio
que ha puesto a
nuestro alcance el universo.
Escrito por - Azpeitia, José Antonio -
No hay comentarios:
Publicar un comentario