Ayer, ¡Sí!... Ayer
cuando el desdén de la
vida
amenazaba una ciega
tormenta
de esquinas sin salida
de calles llenas de
sombras alargadas
paredes sin ojos que
gritaban los ecos
de los que detrás de ellas
pedían una oportunidad
alargué sin entenderlo mi
tiempo
mi mano sobre el resignado
teclado.
En esa prórroga
llegó despacio la noche.
Ya era muy tarde
cuando ese oscuro
paciente y callado
compañero de viaje
me habló de ti a su manera
mirándome a la cara
desde ese pozo sin fondo
cuadro de imágenes, letras
y colores.
Fue sólo un momento
el imprescindible.
Como siempre
lo hubiera apagado
cerrando los párpados de
sus ojos
sobre la tecla que nos
baja al suelo.
Pero estabas allí
en la bruma de rojos y
negros
representada por una Ninfa
discretamente desnuda
con alas de ángel, y una
poesía.
¡La primera!
Después sin saber quién
y cómo eras
otra, otra y otra.
Voces opacas
de mi cansada imaginación
querían adivinar quién estaba
detrás.
Palabras, poemas
un enjambre.
Sensaciones, que enlazadas
hicieron de la realidad virtual
lo eterno
el amor a esos versos
resucitando
lo que nadie puede creer
la ilusión y la vida al
mismo tiempo.
Después, unidos nuestros
versos
unidas nuestras manos
nuestros cuerpos
rompimos las distancias
los espacios.
“Alea iacta est”
Ni un paso en falso.
Nadie sabe del destino
que nos trae
que nos lleva atolondrados
que el fruto de ese amor
ha germinado.
Dos seres nos contemplan
asombrados, inocentes
preguntan sin cesar
por qué escribimos
por qué nos besamos
por qué la tierra es tan
redonda.
Hoy sólo entiendo de
silencios
de las noches que
abrazados
una inmensa paz
sale de su recóndito
escondite
inundando nuestros sueños.
Escrito
por -Azpeitia, José Antonio -
No hay comentarios:
Publicar un comentario