Con apenas quince años
madrugábamos contentos.
El dormir fue muy ligero
era una excursión de amigos
una traviesa aventura.
Los padres, no se enteraban.
La disculpa era Jaizkibel.
Todavía era de noche
con la mochila de amor
nos juntamos en la calle
y todavía, en silencio
con las manos muy unidas
conteniendo la emoción
hablándonos a hurtadillas
nos perdimos en un tren
de madera y de carbón.
Las imágenes corrían
por los sucios ventanales
el frío de la mañana
amenazaba con lluvia.
Monte a través anduvimos
casi sin pensar en nada
con las sienes de aguanieve
contábamos nuestros sueños
todos pensando en mañana.
El esfuerzo nos cansaba
no era tramo de melindres
las piernas no flojeaban.
Cuando alcanzamos la cima
el mar lo vimos al fondo
y en un rincón entre peñas
cubiertos de niebla y lluvia
preparábamos la mesa
mantel de helechos y hierbas
besándonos con locura
hasta dolernos los labios
con las manos congeladas
ardiendo los sentimientos.
Bebimos el agua fría
de los ruidosos arroyos
al vacío lo llenamos
de pedradas a dos manos
y después anocheciendo
volvíamos de lo andado
abrazados, muy despacio
buscando en el negro cielo
a Venus, la Osa Mayor
abiertos, llenos los ojos
de arena de las estrellas.
Escrito por - Azpeitia, José Antonio -
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